Prologuillo
Suele creerse que yo escribí “Platero y yo” para los niños,
que es un libro para niños.
No. En , “La Lectura”, que sabía que yo estaba con ese libro, me
pidió que adelantase un conjunto de sus páginas más idílicas para
su “Biblioteca Juventud”. Entonces, alterando la idea
momentánea, escribí este prologo:
“Advertencia a los hombres que lean este libro para
niños: Este breve libro, en donde la alegría y la pena son
gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para... ¡qué
se yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos...
Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué
bien! “Dondequiera que haya niños—dice Novalis—existe una
edad de oro.” Pues por esa edad de oro, que es como una isla
espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se
encuentra allí tan a gusto, que su mejor deseo sería no tener
que abandonarlo nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los
niños; siempre te hallé yo en mi vida, mar de duelo; y que tu
brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino
de la alondra en el sol blanco del amanecer!
Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque
creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con
determinadas excepciones que a todos se le ocurren. También
habrá excepciones para hombres y para mujeres, etc